La Paradoja de la Creatividad Artificial: Entre la Estadística y el Sentido Humano

Columna de opinión de Pedro Chaná-Cuevas

El Foro Abierto es una serie de encuentros que se desarrolla en el marco del Mes de los Futuros de Futuro Usach 2025, con el objetivo de abrir espacios de discusión sobre los grandes desafíos que enfrenta hoy la comunidad universitaria. En su sesión titulada “El diagnóstico del mañana hoy: IA y salud”, el debate se abordó desde una perspectiva crítica: no sólo cómo la inteligencia artificial puede optimizar procesos clínicos, sino también cuáles son sus límites culturales, éticos y humanos cuando comenzamos a delegar decisiones complejas a sistemas basados en datos.

La conversación reunió miradas desde la medicina, la tecnología y el análisis social. Participó Pedro Chaná-Cuevas, neurólogo y director de CETRAM (Centro de Trastornos de Movimiento), Sergio Lucero, desarrollador y consultor en inteligencia artificial, con experiencia en salud y analítica avanzada, y Claudio Cifuentes Lobo, periodista e investigador, director de Investigación en el Latin American Dynamism Project (LADP). La sesión fue moderada por Carla Rivera, profesora de la Escuela de Periodismo Usach.

En la columna de opinión que compartimos a continuación, Pedro Chaná-Cuevas retoma algunas de las preguntas abiertas en ese diálogo y las desplaza hacia un plano cultural más amplio: el riesgo de confundir probabilidad con creatividad, automatización con pensamiento y estadística con sentido.

La paradoja de la creatividad artificial: entre la estadística y el sentido humano
Por Pedro Chaná‑Cuevas

Vivimos un momento de inflexión tecnológica, pero no solo por la velocidad con que avanza la Inteligencia Artificial. El verdadero punto de quiebre aparece cuando empezamos a notar que, bajo su eficiencia deslumbrante, se abren grietas que no son técnicas sino culturales. Al integrar estas herramientas en la vida cotidiana, emergen problemas urgentes —la seguridad de la información, la construcción de modelos a partir de datos propios— y uno particularmente inquietante: el riesgo de un estancamiento creativo disfrazado de innovación.

La cámara de eco digital

El primer gran obstáculo es lo que podríamos llamar una autosustentación limitante. La IA se alimenta de datos y, hoy, esa dieta está compuesta cada vez más por contenidos generados por otras inteligencias artificiales que saturan redes sociales, bancos de imágenes y la web.

El resultado es un bucle de retroalimentación cerrado. Si la IA aprende de lo que ella misma produce, entramos en una espiral de reiteración que reduce la diversidad. En lugar de expandir el horizonte cultural, el sistema se vuelve endogámico, reciclando patrones reconocibles hasta volverlos norma.

Cuando la producción se alimenta de su propia repetición, la creatividad comienza a asfixiarse.”

La estadística no es «pensar fuera de la caja»

Aquí llegamos al nudo central del debate: ¿qué entendemos realmente por creatividad?

Si la creatividad implica la capacidad de pensar fuera de la caja, la Inteligencia Artificial —tal como la concebimos hoy— tiene un límite estructural. Opera bajo la lógica de la probabilidad: es una máquina de predicción estadística que calcula el siguiente paso más verosímil a partir de lo que ya existe.

Todo proceso creativo se apoya en cánones reconocibles, sin duda. Pero el salto verdaderamente creativo —ese cambio de mirada que encuentra un sentido distinto donde todos ven lo mismo— exige una ruptura que la estadística no puede anticipar. La IA puede imitar estilos con notable precisión, pero difícilmente puede abrir un camino nuevo por sí sola, porque su “caja” está hecha de datos del pasado.

El dilema de la elección: azar versus sentido

Podría objetarse: ¿y si programamos a la IA para que introduzca azar?, ¿para que genere combinaciones imprevisibles?

La máquina puede hacerlo. Puede producir miles de alternativas, mezclas inusuales e incluso accidentes felices.(serendipias) Pero el proceso creativo no concluye en la generación de opciones; se completa en la elección.

El problema no es producir ruido, sino reconocer la señal. El verdadero desafío está en decidir qué alternativa dialoga con su tiempo, cuál logra sintonizar con la lectura social y emocional de un momento histórico.

  • La IA puede generar mil versiones de un texto o una imagen.
  • El ser humano es quien decide cuál de ellas tiene sentido.

Para que una creación se integre culturalmente, debe proponer una nueva forma de interpretar el mundo. Esa capacidad de leer el contexto, de establecer una conexión empática y otorgar sentido a una idea, sigue siendo una facultad humana que no se reduce a cálculo probabilístico.

La Inteligencia Artificial es una herramienta formidable para la eficiencia y la multiplicación de variantes. El riesgo aparece cuando confundimos probabilidad con creatividad. Mientras la IA lanza los dados de la estadística, seguimos siendo nosotros quienes cargamos con la responsabilidad de la visión, la elección y la creación de sentido. Ahí donde el cálculo se detiene, comienza —todavía— el acto creativo, el arte de transformar lo improbable en posible.